El Cervantino le puso punto final a su cuadragésima segunda edición, cerró filas, contó datos, despidió a sus invitados y terminó la cartelera cultural con el concierto de Rubén Blades acompañado de la Orquesta de Roberto Delgado.
El domingo por la noche con la ciudad invadida en todas sus esquinas, por turistas, vendedores, artistas callejeros y oriundos de la ciudad; la Alhóndiga de Granaditas fue el epicentro de la clausura de un Festival que además de rendir cultura y arte por todas partes, es un potente imán de audiencias, la sociedad se aglomera a millares en la pequeña ciudad para celebrar, cada quien a su modo, la Fiesta del Espíritu
Ahí en la Alhóndiga donde a partir de las 7 de la noche ya no se podía transitar con comodidad, y los empujones, los hábiles cambios de acera y las prisas eran la rutina de los transeúntes, ahí Rubén Blades se presentó ante una explanada llena y una noche fría y despejada.
Al músico panameño le restan un par de años más en esto de la cantada, y es que como el mismo lo declaró, el siguiente paso en su agenda es el de postularse para la presidencia de su país algo que ya había hecho y donde no consiguió triunfar; es por eso que el concierto del domingo, dadas las circunstancias pudo ser el último en estas tierras y esos testigos, miles de testigos tendrán en su memoria un pedazo de historia.
El repertorio de Blades de inmediato incitó a los gritos y vítores; el baile tardó un poco más, para la segunda canción, “Decisiones”, los que estaban en la zona VIP justo al pie del escenario ya comenzaban a bailar en solitario ahí en su lugar, pero para la media hora del concierto cuando sonó “La Caina” en las gradas, ahí en el reducido espacio entre un escalón y otro, en parejas, en grupos y con la compañía de la soledad, centenares de personas ya bailaban con el experto paso salsero.
Las canciones de este poeta de la salsa son historias de la vida misma, narraciones cotidianas hechas canción, que se pueden bailar, se pueden cantar, pero instintivamente, también son para pensar.
“Calles”, “Cuentas del Alma”, “Amor y control”, fueron algunos éxitos que formaron el set list, y entre cada uno se tomó el tiempo para platicar un poco sobre ellos, reafirmando así ese sentido narrativo de sus canciones, demostrando que todas las composiciones tienen un porque.
Como “Ojos de Perro Azul”, cuento de Gabriel García Márquez que Rubén hizo canción declarando que en la salsa también hay literatura.
Lo interesante y emotivo de la noche vino cuando el panameño expresó su solidaridad hacia los desaparecidos estudiantes de Guerrero y pidió paz y consuelo para las familias de ellos y de todos los que han sufrido por el abuso de la autoridad o la violencia que el mundo supura cada vez en mayor cantidad.
Fue la canción de “Los Desaparecidos” la que volcó en gritos a la audiencia; “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” retumbó justo cuando comenzaron los primeros acordes de esta canción que Maná hiciera famosa; mientras Rubén cantaba y los asistentes trasladaban la letra a los problemas que ahora vive el país, las fotografías de estos jóvenes eran proyectadas en el escenario haciendo el grito de justicia aún más evidente y emotivo.
Así cerró el Cervantino, con una mano levanta para la unión de la sociedad y la exclamación de paz y justicia, los juegos artificiales acompañaron los aplausos y Rubén Blades que pronto dejara su carrera en la música, brindó un concierto inolvidable que cerró con perfecta armonía, el Festival Cervantino.
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